martes, 13 de enero de 2009

Tarde si sol....

Caminando, solo, entre las calles de esta la cuidad más grande del mundo, de pronto me encontré con una sensación extraña pero conocida, experimentada con anterioridad, un vacio profundo, un espasmo inhibidor que me obligo a detener mi marcha.

La gente siempre camina sin mirar un punto fijo, todos de prisa, con destino a lugares insospechados, algunos de ellos ni siquiera comprensibles: camino al abrazo del amante, el beso de la esposa, el llanto del hijo, al encuentro con el amigo, la casa, el trabajo, la escuela, el hotel de paso, la complicidad de los callejones oscuros y las calles estrechas.

¿Porque la prisa? Nunca se llega demasiado tarde o demasiado temprano, en el orden del infinito universo, el tiempo es sólo la confirmación del hombre por tener el control absoluto sobre todo cuanto lo rodea. La verdad es que siempre llegamos en el momento justo, no antes, no después, llegamos sólo cuando estamos preparados para los hechos.

Hace tiempo creí que conocí antes de tiempo a una persona que dejo honda huella en mi vida, pero la verdad es que ese pensamiento era solo la justificación perfecta para que en el momento pudiera soportar la idea de una separación insospechada pero necesaria ante la incapacidad para mantener el contacto entre nosotros. No se trataba de edades o de inmadurez, ni siquiera tenia que ver con las actividades que cada uno por su cuenta desempeñaba, no, la única verdad es que cuando se acaba la mantequilla no hay nada más que untar sobre el pan, aun así nos esforcemos por estirar la que tenemos, valga lo absurdo de esta analogía.

En medio de estos pensamientos, logre subirme al vagón anaranjado que me acercaría lo más posible a casa, cuando de pronto después de salir del túnel eche una mirada por la ventana en buscas del sol pero no lo encontré, la tarde estaba nublada, era una tarde sin sol, me quede mirando por largo tiempo, sólo escuchaba el murmullo y ese sonido de “tuuuuuu” que hace el metro al cerrar sus puertas, luego de un rato aquella extraña sensación desapareció de pronto, me sentía aliviado, como si una revelación hubiera llegado a mi al darme cuenta de la ausencia del sol… saque mis audífonos me puse música y cante durante todo el camino de regreso.

¿Que fue lo que descubrí?

Que esa sería: mi primer tarde lluviosa de Enero.







Ignatius sorprendido.

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