viernes, 20 de julio de 2012

Andrógino

 

A sabiendas de que mis líneas nunca se han car12091460otuacterizado por tener un estilo digamos afortunado, sino más bien por ser un articulación de peligrosos acertijos y con un cierto aire aciago en la mayoría de las ocasiones, hoy quiero dar una vuelta sobre mi mismo, y satisfacer la necesidad de poder compartir un poco de estos momentos en los que la felicidad a venido a instalarse en mis días.

Más allá de la simple retórica del enamoramiento o de la cursilería que puede manar de las primeras impresiones, desde hace tiempo ha rondado en mi mente aquella idea de los antiguos griegos y aquel ser mitológico que los dioses en su temor de ser superados dividieron y arrojaron al mundo, condenándolos a la ausencia de aquello que les fue arrebatado desde los tiempos mitológicos. Así fue cómo los andróginos de acuerdo a este mito, caminan entre nosotros separados de aquella otra mitad  de la que fueron separados, con el deseo de nuevamente reunirse para jamás volver a separarse.

Podrán acusárseme de efectista, pero vienen a mi memoria algunas palabras que enuncie hace algunos ayeres, más de los que quisiera reconocer en realidad, esos tiempos en lo que aun había algo de inocente e ingenuo dentro de mi, esos tiempos en los que a fuerza de adolecer de todo, quise comprender la vida lo más rápido posible, sin entender entonces, que nada puede adelantarse a su tiempo, todo llega justo en el momento que debe ocurrir, cuando estamos listos, porque así esta dispuesto, no por la casualidad caprichosa del destino, sino por la causalidad sublime de los hechos y de la vida misma, que va escribiendo de nuestro puño la historia propia. Pero esos eran otros tiempos y entonces creía que el amor era el resultado del choque que dos almas.

No puedo decir que hoy día crea realmente en aquellas palabras, porque desde entonces muchos reveses han sucedido, muchas historias he comprendido y ya nada es como lo fue. La vida es un proceso a lo largo del cual cada significante toma un nuevo significado a partir de la experiencia. Quiero decir, que si algo le modificaría a las palabras que enuncie en el pasado, sería el choque, porque el amor aun en su brutalidad no puede existir en el choque, pues de ahí resulta el caos del conflicto y la eterna desesperación de los dramas, porque al fin amar es encontrarse.

Encontrarse a pesar de los otros, y sobre los otros, encontrarse cuando se han perdido en el camino, encontrarse al final después de todo, encontrarse en la desnudez de los cuerpos y en la luz cegadora del amanecer que los descubre unidos pasada la oscuridad de la noche, encontrarse en la mirada, en el beso y la caricia que ansia siempre estar cerca del otro, encontrarse en el silencio y la conversa, encontrarse ahí en el instante mismo cuando despedirse es insoportable, pero aun en la separación no sentir la perdida porque el pensamiento siempre encuentra al otro.

Amar es encontrarse, así como en el mito del andrógino mutilado, y satisfacer entonces ese deseo primordial de superar la ausencia, ese sentimiento del que no somos consientes sino hasta descubrir satisfecho el deseo mismo, ese momento en que descubres al verle a los ojos que ya no hay vuelta atrás, porque sería imposible vivir dos veces la misma muerte de la separación.

Aunque en medio de esta historia hay que comprender que no por mucho buscar se encuentra, porque entonces ese encuentro es un artificio, afortunadamente, te encontré por la maravilla de la sorpresa, porque aunque siempre estuvimos cerca no fue sino hasta ese día que nos encontramos para continuar con esta historia, porque a partir de entonces soy más un andrógino que uno más que muerde el polvo.

Te amo.