jueves, 2 de abril de 2009

Tu nombre


Hay palabras que no se olvidan aunque los nombres de los que las pronunciaron nunca los recuerdes, pero también hay nombres que sin importar lo que hayan dicho o no, nunca se podrán olvidar.

La memoria funciona de una forma extraña, no se pude hablar de razones al entrar en sus terrenos, placer, dolor, felicidad y tiempos aciagos, puedes encontrar de todo, menos el deseo, pues cosas que quisieras olvidar siempre estarán presentes, así como aquello que con el mayor de los anhelos intentar revivir, nunca vuelve, queda atrapado, sellado en el mar del olvido, que es la condena máxima, la inexistencia absoluta.

Será cierto que vivimos de recuerdos, que el presente inmediato del hoy es solo una falacia que en el mismo instante se convierte en pasado que nunca podrá volver que no revive, como la palabra que acabo de omitir, de olvidar, esa que probablemente salvaría éstas líneas inconexas e influenciadas por un sentimiento de melancolía extraña.

Olvidar y recordar, es el dilema, la paradoja, en la que la elección aunque nuestra, nunca podemos determinar el porqué de la decisión. EL mismo nombre taladrando mi cabeza desde hace ya tres años, el nombre sólo el nombre y de vez en cuando, algunas sensaciones que reviven en mi piel, pero ya no hay detalles, ya no hay palabras, ni siquiera el cuerpo o el rostro, es sólo un sombra ahí dando vueltas, apareciendo intermitentemente entre el café, el viaje en el metro, el momento en mi cama antes de conciliar el sueño, como el tigre que fija sus ojos en la inadvertida presa que pronto dejará de existir.

¿Seré yo esa presa, dejaré de existir cuando la sombra termine por consumirme? Ni el olvido ni el recuerdo son la clave, ya he intentado ambas, olvidar a fuerza de la imposibilidad, recordar fragmentos inconexos que no me dan respuestas que justifiquen la obsesión.

Memorias y choques de intereses: “los hombres se recuerdan por sus acciones”, porqué seré recordado, qué he hecho para existir en la memoria de la otredad. Debería realmente preocuparme por eso, él se preocupara de sus recuerdos, una llamada intermitente, noticias fugaces que no me dicen nada más que sigues vivo, de que me sirve eso, sin en la ausencia y la lejanía siempre me acompañas, cuando a pesar de todo, sigues aquí, vigía de mis pensamientos, de mis encuentros encuentros furtivos que terminan en desafortunados desencuentros que saboreas dulcemente mientras yo me retuerzo en la incógnita de justificaciones que nada tengan que ver contigo.

Ya no tengo nada, tu nombre es lo único que me queda, un garfio hondamente clavada en medio de la frente que cada vez que lo pronuncio u oigo vibra y se encaja más y más.

Qué razón será, cuáles los porqués, cuáles lo motivos… sólo sé que hay palabras que no se olvidan aunque los nombres de los que las pronunciaron nunca los recuerdes, pero que también hay nombres que sin importar lo que hayan dicho o no, nunca se podrán olvidar.




Ignatius en lontananza