domingo, 22 de febrero de 2009

Despedida

Cabalgar por el exilio de mi cama, por sobre la serie de reproches

y para satisfacer el mal que busca tu cuerpo clara la noche

sola sórdida

En mi casa, en mi cabeza son más crudas la heridas

sobre el blanco entierro del papel y la mortaja.

Buenos deseos, reiteraciones de afectos desgastados en el tiempo - y a pesar del mismo - aún presentes ahí, en el sitio en el que se quedaron como en pausa, que incluso hoy después de todo continúan flotando; como las bollas arrastradas por la marea en este oscuro mar de nuestra historia.

Hoy lo entiendo bien, hoy me ha quedado claro, no pudo, no puede, existir un mejor final que éste: una despedida insospechada, incluso ingenua, y más aun, con la gracia de la simpleza, ahorrando dramas y palabras innecesarias; pues qué más podríamos decirnos que no hallamos escuchado antes.

Los viajes que cambian la vida se hacen de noche, con la esperanza de un mañana que traerá nuevos aires, nuevos rostros, nuevas experiencias, liberándonos de aquel pasado que nos mata lentamente. Así decidiste marcharte, no sin antes, dejar un mensaje breve, insólito, incluso melancólico, un mensaje que nos hizo sabernos el uno del otro por siempre, pero que también sentencia inamovible de un adiós eterno, punto final que siempre nos hizo falta.

Ha terminado, me liberas, te exorcizo, me llevas contigo, estoy seguro, más nunca terminaras de irte, algo de ti se queda aquí conmigo, en esa habitación que te corresponde, esa que tanas veces y tan frecuentemente he visitado indiscriminadamente. Fuimos uno que no soporto más la coalición y se volvieron dos.

Qué me queda por decirle al viento para que lleve este mensaje, a través de la ventanilla en tu viaje sin retorno, que se exprese en los paisajes oscuros que atravieses a la luz de la luna, qué. Cree, cree en tu mañana, que aquí la noche me sorprendió con encuentros desesperados, ve sin mirar atrás, que yo, al fin, he alcanzado el futuro.

El autobús enciende los motores, la ansiedad te consume, el mensaje se entrego con éxito, ya nada te detiene, y yo, ya ando arrastrando cadenas y fantasmas.

Amén.



Ignatius complacido.

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