miércoles, 19 de noviembre de 2008

Antesala

De nuevo a subirme al barco y dejarme conducir por el viento y la marea, nunca se sabe a ciencia cierta hasta donde podremos llegar, ya sean dilemas, amores o dramas, siempre, estoy seguro, encontraré una isla como la de nunca jamás, en donde el protagonista , ese niño que nunca escuchara su historia, porque se preocupa más por vivirla, seré yo y tú y otro cualquiera, pues en el infinito orden de la vida, todos somos todos y ninguno es igual el otro.

Otra vez, esa absurda sensación de tener algo que decir, esa falta de prudencia que me obligue a mantenerme al margen, ese deseos de legar algo más que recuerdos, que son lo más valioso que poseemos, aunque la memoria funcione de forma extraña. Heme aquí, con estas ansias infinitas de poder crear a través de las palabras algo que sea capaz de producir alguna emoción en aquellos rostros que detrás de la pantalla movidos por la ociosidad lleguen incautos a este islote, que en lontananza y en saudade poco a poco se esta construyendo.

Por supuesto que no se trata de temas interesantes, fuera de serie, o como un alimento al narcisismo precoz de del intelectualismo, se trata más bien de algo universal y tan patético como pueda resultar la vida a través de los ojos de alguien como yo, que puede viajar de un extremo al otro con simplemente escuchar una melodía o leer alguna historia, yo que con una llamada telefónica puede gritar de euforia o tirarse al llanto, yo que en barcas intento llegar al otro lado del río con la moneda lista, yo al que cada noche espera sin falta a Hipnos en compañía de Morfeo, con la esperanza de que entre sus brazos pueda acceder a otros horizontes y descubrir así un poco más de los vientos que soplan en mi huerto. Pero eso nada tiene de especial, pues todos en algún momento somos eso, hacemos lo mismo, y el pensamiento que creíamos más original en algún momento alguien más ya lo ha tenido, al menos en cierta forma.

Lo único interesante es pues, compartirlo, atrevernos a librar la batallas internas y expresarlas, aunque nadie nunca las lea ni a nadie le importe, es pues un acto de fe por la fe misma, es considerar al menos por un momento que a través de una catarsis absurda encontraremos un poco de paz y silencio para nuestros adentros, es a fin de cuentas, un absurdo capricho del que todos hemos formado parte en algún momento.

Esta es la antesala bienvenidos aquellos que quieran pasar a visitar las habitaciones que habrá al cruzar el umbral, sean pues invitados a degustar del humo, del amargo café o dulce té que se sirva cada día en esta mansión del dolor, porque así lo quiero, no por masoquismo falaz, sino en remembranza de aquel espíritu hermoso que en ayeres que hoy me parecen muy lejanos fue inspiración y consuelo, además de estimulo favorable para estar hoy aquí.

Empecemos pues y que las habitaciones nos sorprendan una a una.