sábado, 19 de enero de 2013

Veintiséis

 

¿Cómo iniciar estas líneas? Debo admitir que no tengo una idea clara de cómo hacerlo, el día de hoy al despertar pensé mil ideas de lo que quería expresar, tenia conciencia del propósito que intentaba conseguir, pero al ceder a las resistencias, con el paso de las horas las ideas se fueron perdiendo entre las vicisitudes de la rutina, y ahora que al fin estoy frente al teclado, el cursor parpadeante me interroga sin cesar ¿Qué es lo que quieres contar?

Despertar al alba, siempre ha resultado a lo largo de mi historia de vida la oportuna  y enigmática invitación a desvelar y develar verdades, que se me antojan paradójicamente absurdas, es el murmullo del incesante inconsciente abriéndose paso a la conciencia luego de la reprimir la elaboración onírica, juego interpretativo de lo simbólico a lo real, del significado al significante, de lo insignificante a lo trascendental, juego de palabras complejo, pero más complejo aún, es resolver el acertijo sin perderse en el intento, pues para encontrar, indudablemente hay que reparar en lo perdido.

Vuelta sobre mi mismo, recapitulemos. Vengo arrastrando la tradición de escribir desde hace ya más de una década, al principio como un impulso, luego como ejercicio, praxis pretenciosa para alimentar el narcisismo de la intelectualización y un aire de falso refinamiento que al paso de los años cobraría más o menos sentido y forma; de los versos pase a los cuentos, navegando entre el estilo clásico, los versos libres, la construcción de personajes inverosímiles para aterrizar en el desenfado de algo que podría catalogar como un humor casi simplista sin llegar a serlo. Con influencias de los clásicos, el dandismo, la adoración a las aliteraciones y el culto al nocturno y a la muerte –pleonasmos- de los contemporáneos, atravesando entre la fantasía y la épica para aterrizar por fin en los acertijos del psicoanálisis. Llevo más de seis años escribiendo para quién sabe quién y sin saber del todo para qué. Así empezó la tradición, envestir de significado el significante de soplar velas en el pastel,  aunque a decir verdad, este sea sólo un lugar común, pues lo cierto es que en todo este tiempo no existió ni una sola vela a la cual soplarle, aunque me aferre al cliché de pedir deseos, a pesar de la negación de hacerlo.

Así el trascurrir de los años años ha deparado sorpresas a su paso, la locura de los veinte, el cambio a los veintiuno, la tragedia a la veintidós, el marasmo de los veintitrés, la ilusión de los veinticuatro, la plenitud de los veinticinco,  y a pocas horas de empezar a descubrir ¿qué deparan los veintiséis?

Muchos piensan que atravesar la media de la segunda década de la vida, depara una crisis existencial dónde la edad empieza a convertirse en una carga, pero en mi caso la carga siempre era precisamente lo contrario, siempre ser el más joven, tildado de inexperto e irreverente, irreverente sí y como pocos, inexperto jamás, porque a pesar de los pocos años que tenia a cuestas mi visión siempre estuvo fija en el futuro, acumular experiencias, vivir con la intensidad desmedida de las ansias del saber, del descubrir de siempre ir a por más todavía, hasta que comprendí que todas la cosas llegan siempre a su oportuno tiempo, cuando se esta listo para sobrellevarlas, para elaborarlas, y hacerle frente al sino que las caprichosas parcas tejen sin cesar para nosotros, que les vamos dando el hilo conductor para que con sus hábiles manos,  vayan entrelazando los caminos.

La sabiduría infinita de la vida es aplastante, la erudición se obnubila ante la certeza con la que los hechos ocurren sin a penas darnos cuenta, apegado a esta idea luego de veinticinco años y los caprichos de Fortuna, me sorprendí navegando entre las olas de la plenitud, alcanzando una cumbre que en otro tiempo sólo era dibujada por las líneas del deseo y la fantasía; yo el fatídico, yo el dramático, yo melancólico adorador de la muerte, el que le tendió la mano sin darse cuenta, el que entre versos y prosa se mantenía en la inmensidad de la oscuridad, sacrificando la fe, la esperanza y el amor, de pronto se descubrió cegado por la verdadera luz de la esperanza.

Y desde aquel momento no hecho más que seguir esa luz, dejarme llevar entre su resplandor que aviva el fuego ígneo de mi propia naturaleza, comprendiendo el valor de los detalles, manteniendo fijo el pensamiento desde el amanecer hasta la noche, queriendo construir un futuro en el que el deseo pueda florecer en la plenitud de la realidad, enterrando al fin a los espantos que surgen de la caja de Pandora, plantándome firmemente frente a la imagen que no parpadea  y enseñarle el poder curativo de la resignificación más que el de la resignación.

Y aunque luego del giro de Fortuna las cosas se tornan complejas y la vida parece llenarse de retos, tengo la seguridad de que sin importar lo que venga, podré enfrentarlo, siempre lo he hecho, soy Ignacio, soy Ignatius, soy Ig… uno más que muerde el polvo, el que cuando dice “voy es voy”  no puedo decir que sin temor, pero convencido de que es hacia adelante donde se encuentra el destino, porque aunque el pasado nos significa en más de un sentido, la promesa del encuentro con el futuro me emociona más que nunca, mi intención es ver cumplidos los deseos, los planes, empeñarme en seguir construyendo una vida, que puedo decir sin temor al equivoco, me gusta, porque deje de ser el paria, porque el dramatismo – a pesar de los momentos de crisis – ya no es la esencia de mi espíritu, hoy confió en el valor de la esperanza, hoy soy el andrógino que sobrevivió a la espera.

Bienvenidos veintiseises, adiós bienaventurados veinticinco, años del encuentro, porque con todo y el temor que aguarda, los retos venideros, los cambios anunciados y la terquedad del sabotaje, voy hacia el futuro, quiero ir hacia él y con Él, y todos los que me han acompañado hasta aquí. La era del ensayo y error se quedo en el pasado, empecé a construir, construir para el futuro, construir un futuro, uno que sin importar qué ni cómo he de alcanzar un día, porque todo lo vivido hasta ahora me ha preparado para ello.

 

atlas_turned, Edward Burne Jones

No hay comentarios: