domingo, 13 de junio de 2010

Anima y Animus



“El día de ayer se ha ido y el que tú fuiste ayer.
No trates de levantar del polvo ese amor, porque sólo levantarás girones y sombras.
Enséñale a tu corazón a caminar de nuevo, como a un niño de meses”.
Jaime Sabines
Enséñame pues a caminar, que andar a rastras igual que bestia, entre las sombras del ayer, sólo trae hartazgo y displicencia, hoy, hoy los amorosos callan y piensan; piensan en lo que callan, callan lo que piensan. Yo sólo me cuestiono: los acertijos del humo y las matemáticas del dos y tres… en la lucha de Anima y Animus quién ganará, más aun, ¿debería importarme eso? Tal vez si, quizá no, aunque pensándolo bien, lo único verdaderamente importante es lo que pueda sentir, lo que estoy haciendo, sin quedarme con las ganas, sin dar paso al arrepentimiento ni asomo a la culpa, simplemente apostar para ver qué pasará.

Mientras resulta, me aprovecho de la sonrisa desenfada que se escapa entre frases aventuradas que dicen más de lo que aparentan, frases anzuelos en que caigo inadvertidamente, que me frustran y divierten, anzuelos que me resultan como exámenes para los que no hay respuesta correcta, pero acaso ¿existe algo como eso?, en ocasiones pienso que no, otras lo dudo e intento llegar a la verdad, pero a medio camino me detengo para reírme por lo bajo, de mí mismo, por el pequeño acto de ingenuidad que se me escapa en la intención; me aprovecho también los besos nerviosos en los que me siento como vulnerable, como controlado; disfruto de las caricias, los toqueteos que para mi sorpresa, me sonrojan –es cómico, después de todo, un asomo de pena – igual que esos susurro entre eróticos y cínicos que sacian la voracidad de mi oreja curiosa por descubrirle; aprovecho también para colmar la vista, pues me gusta lo que observo, esos interminables lunares en el cuello, en el pecho aquí y allá como huellas, como los rastros de Hansel y Gretel, que me llevan a mirar más abajo cada vez, rastros como invitación al placer, pero no sólo me aprovecho mansamente, sería absurdo, paso entonces del disfrute de la contemplación al disfrute de la acción, y mis labios recorren el cuello, mis manos acarician el dorso debajo de tu ropa y el negro de tu cabello, y mi nariz desesperada se satisface de tu perfume y hurgo una y otra vez hasta cansarme, pero sin estar satisfecho aun, porque la incógnita aumenta el interés, el placer, la agonía de quererte retener sabiendo cerca la separación necesaria, pues la abstinencia tan sólo aumenta el deseo.

De las confesiones prematuras, no tengo mucho que decir: otro azuelo quizá o un movimiento de autentica sinceridad o tal vez nada más que una advertencia. La exclusividad de mis relaciones se ha caducado, la fidelidad rendida como espejismo distorsionado de lo real, de la fantasía, de la creencia y la suspicacia, tal vez sea un buen momento para soltar amarras, abolir atavíos innecesarios e ir más allá en el horizonte y descubrirme pleno, en contacto que es lo que importa, aunque la duda, la competencia por el afecto, el saber quién es el primero, quién el segundo, me hostiga, me envenena. Pero intento hacerme de la vista gorda, pasar de largo entre los laberintos de Asterion para llegar entero a la salida, donde quizá pueda encontrar algo así como la plenitud, algo así como el disfrute, sin saber de pasados, de futuros, de presentes fatídicos y enmarañados, para centrarme sólo en esa imagen que me incita a ir a más.

Pero es muy temprano para aseverar realidades que pueden ser sólo ensoñaciones, hay que aprender a caminar de nuevo, sin sombras, sin miedos. Animus y Animus y un Anima en un lugar fuera del nosotros pero cerca de ti. Yo Animus tú por igual y Anima no me importa en realidad Animus y Animus y un Anima en un lugar fuera del nosotros pero cerca de ti. Yo Animus tú por igual y Anima no me importa en realidad

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