miércoles, 7 de enero de 2009


Cambiar es en ocasiones sinónimo de evolución, evolucionar es ascender, pero en el recuento de vivencias que nos hacen evolucionar no siempre estamos satisfechos. Afortunadamente siempre existe la posibilidad de volver a comenzar, con la esperanza de aunque no en el mismo punto y no de la misma forma, podremos encontrar un camino mejor. ¿Pero qué es exactamente lo mejor? ¿Acaso nuestra condición se encuentra atada a la insatisfacción?

Estamos atados al narcisismo falaz en el que el placer es el único fin, puede que esta sea nuestra real naturaleza, la única en la que no quepan excepciones, pues la final del día nosotros egoístas en todos sentidos, nos satisfacemos en los otros, como la ilusión de espejos incrustados entre espejos, ajenos de las motivaciones inconscientes que duermen en nuestros adentros. Pero esto nos es una visión fatalista de la naturaleza humana, pues al satisfacernos, otro se satisface en diferente medida y grado, pero satisfecho al fin, el utilitarismo es nuestro sistema de supervivencia.

Hoy pues, un nuevo giro, a nuestro huerto llegan otros aires, con la ingenua visión de que las cosas cambiaran con la luz del sol en los nuevos amaneceres, pero la verdad es que el solo es el mismo, y su luz sigue siendo igual, los cambios, los verdaderos cambios ocurren solo con la convicción de que el momento es el oportuno, a veces -lamentablemente- solo cuando nos damos cuenta que aun podemos cometer mayores y más grande equívocos.

Así pues, en medio de cambios, evoluciones y placeres, invoco de nueva cuenta, a mi amor, mi fe y mi esperanza, uniendo a éstas la confianza y la prudencia, como musas fieles que me guíen en esta nueva gran aventura, pues en la antesala del futuro, sólo nos queda la insoportable incógnita.



Ignatius descorazonado...



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