domingo, 11 de enero de 2009

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Cada carrera es una nueva aventura, cada inicio se encuentra cargado de miedo, angustia e incertidumbre, pero al dar el primer paso, reconocer el terreno y mirar al tu alrededor, ocurre un extraño proceso de adaptación, que es, de acuerdo a ciertos pensadores, del que depende nuestra supervivencia.

Sin embargo la adaptación como proceso en sí mismo es el resultado de toda una serie de factores tanto internos como externos, la experiencia juega entonces un papel fundamental en la lucha por mantenernos vigentes, es decir, vivos, porque ahora no sólo se vive en la realidad tangente, hoy pues hablamos de muchas realidades alternas y bizarras, complejas e inteligibles, verdaderas o fantaseadas, pero realidades por el hecho de asumirlas como parte fundamental de nuestra experiencia y por tanto de nuestra existencia, como un gesto de lucha y oposición ante la desnudez de la nada; pues nuestra identidad se encuentra anclada en un sin fin de adjetivos:

Igatius dice: Soy

… reponde: ¿Qué?

Ignatius dice: Hombre

… reponde: ¿y, qué más?

Ignatius dice: amante

… reponde: ¿y, qué más?

Ignatius dice: hijo

… reponde: ¿y que más?

Ignatius dice: amigo

… reponde: ¿y, qué más?

Ignatius dice: pariente lejano

… reponde: ¿y, qué más?

Ignatius dice: enemigo

… reponde: ¿y que más?

Ignatius dice: muerde polvo

Y así hasta el infinito, porque de algo nos tenemos que aferrar, y en algo tenemos que creer y confiar, en la espera de que sentirnos realizados, plenos, seguros de poder alcanzar algún día ese etéreo momento llamado felicidad.

Este es el comienzo, con unos cuentos cigarros, algunas tasas de café, un poco de tequila, vodka y cerveza, emprendo el camino ¿hacia donde?, a la libertad, ¿hacia donde?, hacia el el encuentro conmigo mismo, hacia mi nuevo yo, que no soy yo, porque en la ilusión de los espejos, nunca he distinguido entre mi y mí reflejo.

Acompañadme que la hora al fin llego.






Ignatius entusiasmado

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