lunes, 12 de julio de 2010

Sentencia


Luego de las palabras zalameras, de los actos fallidos y esa fingida ternura; después de los besos tirados y esas caricias que pretenden llenarte de una falsa ternura, sólo que da un silencio prolongado, una respuesta en pausa que la voz en off de la conciencia empieza a acariciar pero que no se atreve a pronunciar por el temor a los estragos. La historia puede repetirse incontables veces, pero las consecuencias siempre resultan ser diferentes, de qué dependerá.

Podría ser que en ocasiones intento sentirme un poquito más interesado, que en ciertos momentos la necesidad de sentirme en complicidad con unos ojos y unos brazos se vuelve más intensa, o será el efecto de ciertos mecanismo de defensa que me obligan a sentirme un poco culpable, como si nunca hiciera lo suficiente, sobretodo cuando me siento más interesado. Ya debería de saber que no se pueden revivir las historias, más aun cuando los actores son diferentes, pues no siempre los rescoldos vuelven a ser llamarada y hace mucho que esa incendio se consumió a sí mismo.

Pero este era otro fuego, un fuego que me impresiono más vivo y peligroso, llamas intensas que se desbordaban por aquí por allá sin medida alguna, pero era sólo eso, una ilusoria impresión que termino por dictar la sentencia del invierno, una fuego que apenas llamarada quedo ahogado por la premura con la que empezaba a surgir, por que ni siquiera fue llamarada, fue sólo un chispazo en una noche de verano que nunca podrá terminar por ser, como todos esos intentos de los últimos días, de los últimos meses o años, porque ya no se distinguir la diferencia del tiempo en la usencia, en esta soledad que a cada intento por encontrar sosiego, se encuentra con la sentencia inamovible de ser sólo soledad, soledad de la carne, soledad del tiempo, soledad de los afectos, soledad solitaria de los besos que están aquí haciendo cosquillas entre los labios por querer salir y ser aunque sepan que siendo morirán en el mismo instante, soledad de estas manos temblorosas por acariciar, soledad de esta piel que se estremece y duele por sentir otra piel, que no llega, que se demora una piel que se resiste a saciar el deseo, y estas ansias de querer, de querer querer más…. y quizá ir un poco más allá.


Ignatius solo.

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